Muchos de tus reportajes en Afganistán tienen tintes diferentes a como se muestra habitualmente la guerra. ¿Cómo planteaste tu trabajo "Afghan Agony"?
Cuando yo comencé a hacer fotos de guerra en Afganistán, Cachemira, Sri Lanka, África, Indonesia… la mayoría de estos conflictos eran guerra de guerrillas. Pero cuando comencé a cubrir la guerra en Iraq fue la primera vez que me encontré en un escenario de guerra real, con una bandera de una parte y una bandera de la otra, donde se disparaban y se mataban. Había armas que no había visto nunca antes: misiles, tanques, blindados… Me subía a ellos. Tenía la sensación de ser el personaje de una escena de una película de Hollywood. En cambio era todo real. La sangre no era tomate. Era real, como lo era el olor de los muertos.
En los inicios intentaba fotografiar la guerra a través de las armas, de la violencia que desata la propia guerra. Con el tiempo, y consensuándolo con otros fotógrafos, he llegado a la conclusión de que la guerra no son sólo las armas, sino que está hecha de las personas que la viven. Muchos no la quieren, pero la asumen.
Cuando regresé a Afganistán, después de diez años de guerra, la situación de la gente no había cambiado nada. Había cambiado sólo el lugar. En 2001 en Kabul no había coches, todavía estaban los talibanes, no había música, era una ciudad medieval.
Ahora, en cambio, es una ciudad con un tráfico endemoniado, con pantallas publicitarias por doquier… aunque continúa siendo una ciudad sucia. En esta nueva escenografía de Kabul permanecen los mismos personajes: afganos con la barba larga y el "pakul" y afganas con el "burka" (algunas, otras no). Así que he decido llamarlo "Afghan Agony" porque es un país que se está deshidratando gota a gota y donde nada parece que cambie para la mayoría de la población. Cambia para pocos, que son los mismos que estaban en el poder cuando aún estaban los talibanes y siguen ahí con los americanos.
"Afghan Agony" consta de varias historias.
Fotografía por: Franco Pagetti |
Sí, este trabajo que he hecho en Afganistán son en realidad cuatro historias juntas, dos de las cuales ya las había pensado antes de partir. Mi amigo Tim Hetherington [fallecido mientras cubría el conflicto libio en 2011] me dijo que si quería ir a un lugar realmente malo, debía ir al Valle de Korangal. Además, los americanos se estaban retirando de la zona porque era demasiado difícil controlarla; ni siquiera con la más alta tecnología eran capaces de dominar un valle que en realidad controlaban 500 combatientes, principalmente pastores o leñadores.
¿Está cambiando la fotografía de guerra en los últimos años?
La fotografía de guerra no ha cambiado: lo que cambian son los escenarios. A día de hoy es difícil encontrar dos ejércitos con una bandera cada uno; ya no corren los tiempos de Napoleón o de la Segunda Guerra Mundial. A partir de Vietnam las guerras han cambiado, se han transformado en guerrillas. En Libia eran un grupo de rebeldes contra un régimen cruel y totalitario, nada de dos ejércitos enfrentados en un campo de batalla. Ahora los enfrentamientos han cambiado; son como "flashazos" localizados.
Yo no era fotógrafo de guerra en aquella época [durante la guerra de Vietnam], pero creo que ahora es totalmente diferente. Tienes que ser como un animal que está atento a todo; tienes que ser como un psicólogo, entender con quién vas y con quién no y adónde.
Pueden suceder accidentes, como a Rémi [Ochlik], a quien conocí en El Cairo. Era joven, ambicioso y muy buen fotógrafo, pero tenía la inconsciencia de la juventud. En cambio, Tim [Hetherington] y Chris [Hondros] eran dos personas extremadamente inteligentes que antes de hacer algo pensaban, razonaban y evaluaban la situación. No eran un par de "cowboys". Pero tuvieron un accidente, como podría tener cualquiera.
Fotografía por: Franco Pagetti |
¿En qué medida la posproducción ha de formar parte del trabajo del fotoperiodista?
Yo considero que Photoshop es un cuarto oscuro sin líquidos. No hay revelador, no hay paro, no hay fijador. Es un cuarto oscuro seco, sin líquidos pero con un teclado.
Hay que utilizarlo, sobre todo ahora que se dispara en RAW. Es un hecho técnico. En mi opinión debe tener el mismo valor que cuando entrabas en el cuarto oscuro y decidías revelar un carrete con Rodinal, Microphen, HC-110… o copiar con papel fotográfico Ilford "baritado" con un contraste determinado, o hacer reservas, aclarando aquí y oscureciendo allí. Con Photoshop hay que hacer lo mismo.
Éste es el defecto que tienen los jóvenes fotógrafos de hoy en día: no saben lo que quiere decir hacer una copia a partir de un negativo. Por lo tanto piensan que primero viene la posproducción y luego hacer la foto. Esto es un error. De hecho, hay muchas fotos que parecen ilustraciones.
La fotografía tiene que transmitir emociones. Yo no soy muy bueno con Photoshop. Tengo una ayudante a quien, cuando escaneábamos las fotos de Afganistán, le enseñaba las copias en papel a partir del negativo y le decía que era así como lo quería. Y lo mismo cuando trabajo con fotografías digitales: intento trabajarlas como si estuviese en el cuarto oscuro.
Lo que sí es cierto es que tengo mis preferencias. Me gustan las fotos más contrastadas, mientras que a otro puede que le gusten más suaves. A otro le gustarán los colores más saturados, mientras que a mí no. Se trata de una cuestión de gusto personal, de tal manera que sale a relucir el tipo de foto que a cada uno le gusta hacer. Pero en la base de todo hay siempre lo mismo: la luz, la composición y las emociones que transmites. Y en mi opinión usar demasiada posproducción le quita emoción a la foto, porque la convierte en una ilustración, en algo como de plástico.
Vía - más texto / QSD