agosto 10, 2011

DONALD McCULLIN



"No se puede mirar" era el título que Goya dió a una de las obras incluidas en los Desastres de la Guerra , habiéndolas ejecutado, inclusive, con la firme intención de publicarlas para recordar y honrar a sus compatriotas caídos y para ganar algo de dinero. Aparte de las fotografías de McCullin, pocas imágenes levantan interrogantes tan dramáticas comparables a esas de Goya.

McCullin nació en 1935 en el barrio de Saint Pancras, en Londres y creció en Finsbury Park, un barrio popular al norte de la ciudad. La suya era una familia pobre. Su padre, padecía de asma crónico, por lo que raramente estaba en condiciones de trabajar. McCullin describe su infancia con candor y honestidad: "Conozco el olor de la pobreza... solamente te hablaban de la envidia, la confusión y la autoconmiseración; todo envuelto en la ignorancia".

Asistió en Londres a la escuela media del barrio mostrando una cierta tendencia por el diseño, y a la edad de doce años obtuvo una beca para estudiar en la Escuela de Artes y Oficios de Hammersmith.

Vió morir a su padre lentamente. "Cuando mi padre murió estaba furioso con Dios -decía Mccullin- tuve la impresión de que Dios se había tomado la libertad de quitarle la vida a mi padre, la única persona en mi vida que menospreciaba los malestares de la pobreza. Quiero decir que la pobreza no tenía importancia mientras tuve a mi padre junto a mí... Cuando murió, creí renegar de Dios..."

Tras la muerte de su padre, McCullin dejó la escuela y empezó a trabajar: "Trabajando en un carro restaurante de los ferrocarriles a menudo tuve el deseo de tirarme del tren hacia un río desde lo alto; de vez en cuando arrojaba un plato de té sólo para tener la sensación de saltar al vacío". Después, por dos años fue el botones cerca del estudio de animación W.M. Larkins en Mayfair y en seguida prestó el servicio militar en donde, para evitar los rigores de la vida militar, eligió trabajar en la sección fotográfica imprimiendo fotos aéreas y preparando imágenes fotográficas de cartas geográficas. Estuvo de guarnición en el Oxfordshire, en la zona del canal de Suez, en Kenia y en Chipre.

En 1956 regresó a trabajar para la Larkins.

Empezó a frecuentar una pandilla de Finsbury Park y se vió involucrado en varias riñas que provocaron la intervención de la policía. En 1958 adquirió su primera cámara fotográfica, una Rolleicord biottica, con la que sacó algunas instantáneas de la pandilla, cuando ésta se vió implicada en el asesinato de un policía a manos de una banda rival. Un colega de la Larkins captó el potencial periodístico de las fotos de McCullin. A sugerencia de éste, McCullin se dirigió al Observer en donde encontró cierto estímulo. Su primer trabajo fotográfico se publicó en ese periódico el 15 de febrero de 1959 . Eran fotos de su pandilla llamada The Governors o The Guv' nors. Esto le valió encargos de The News Chronicle y del Sunday Graphic. Entonces empeñó la cámara para comprarse una motocicleta.

"The Guv´nors"
Fotografía por: Donald McCullin - Finsburry Park, Londres, 1958

En 1961 se casó. Despedido de la Larkins, por su propia iniciativa y con las últimas treinta libras esterlinas que le quedaban, se fue a Alemania a fotografiar la construcción del muro de Berlin. Su madre, mientras tanto, había rescatado la cámara del monte de piedad.

Fotografía por: Donald McCullin - Berlín

Gracias al Director de Arte Tom Wolsey, el diario de moda Man About Town se convirtió (tras haber cancelado el Man About del título) en una revista de interés general de alta calidad. Town publicó las fotografías de McCullin sobre East End, Finsbury Park, Mayfair, la música Pop, Mister Músculo y Richard Buckle, acompañadas de textos de nuevos escritores como Eric Newby, Geoffrey Cannon y Jeremy Sandford. Los mejores cotidianos empezaron a publicar suplementos semanales a color: El Sunday Times Magazine, seguido de The Observer y del Daily Telegraph dos años más tarde. El fotógrafo Bryn Campbell, jefe del departamento de fotografía de The Observer en 1964, hizo un contrato con McCullin por dos días a la semana. Campbell inyectó sangre nueva y un sentido casi misionero de la fotografía inglesa. Se convirtieron en colaboradores habituales Michael Peto, Stuart Heidinger, David Newell Smith, Gerry Cranham, Tom Smith, Jane Bown, Colin Jones y David Sim.

Fotografía por: Donald McCullin - East End, Londres, 1973

Cuando Campbell en junio de 1963 dedicó un número de la revista suiza de fotografía Camera a los fotógrafos británicos, escribió de McCullin: "En sus primeros trabajos dominaron los sujetos con los que creció y que conocía mejor: las pandillas de jóvenes, las minorías étnicas y la vida precaria de las clases trabajadoras más pobres. Le fascina la violencia en todos los géneros, quizás a causa de su fundamental sentido de inseguridad. Apenas ha hecho un reportaje fotográfico de los recientes alborotos fascistas en Londres y ya espera con ansiedad un encargo en alguno de los puntos "calientes" del globo. Aunque la calidad de su foto refleja esta corriente subterránea de violencia, en sus obras más típicas, nunca está debajo de la superficie. No titubea de valerse de un fuerte contraste, usando puntos extremos en las tonalidades para subrayar las tensiones emotivas. Es el único de los fotorreporteros ingleses que tiene un estilo preciso, individualísimo. La franca honestidad de su trabajo, su fuerza emotiva y visual, hacen de Don McCullin el talento más interesante y prometedor de la fotografía inglesa".

"Snowy"
Fotografía por: Donald McCullin - Cambridge, inicio de los setentas. 

McCullin Empezó a conocer a otros fotorreporteros de su generación. A sugerencia de Philip Jones Griffiths cambio la Rolleicord por una 35mm reflex de un solo objetivo. La Rolleicord era el tipo de aparato usado con esplénddos resultados por Billy Brandt y por Brasai en los años treinta y cuarenta, pero no era la indicada para la fotografía de acción: Debe mantenerse a la altura del pecho, la imagen sobre el vidrio esmerilado es invertida, el formato es cuadrado y el objetivo no es intercamiable. McCullin adquirió una Pentax de segunda mano, que tenía la ventaja de ser ligera, de tener el enfoque a nivel del ojo y de poder emplear una serie de objetivos diversos. Con ella partió, en febrero de 1964, para su primer servicio en una zona de guerra: Chipre.

Chipre presentaba un particular interés para la Gran Bretaña, ya sea por su posición estratégica, o como ex-colonia (1914-1960). Había pasado a formar parte de de la Comunidad de Naciones como nación independiente en 1961. La división entre la población griega (82%) y la turca (18%) habían generado una larga serie de encuentros violentos. Los tratados acerca del futuro de la isla fueron interrumpidos en Londres el 21 de enero de 1964, y algunas semanas más tarde en las calles, los tumultos se acaloraron.

"Un turco chipriota corre a toda velocidad bajo fuego desde la puerta de un cine "
Fotografía por: Donald McCullin - Limassol, Chipre, 1964

Las primeras fotografías de McCullin de la isla, se publicaron en el Observer el 16 de febrero junto a un reportaje de Iván Yates de Nicosia: "Los alborotos surgidos en Limassol la semana pasada han sido desleales y crueles. Grupos de griegos armados han cercado el pequeño barrio turco y han abierto el fuego desde los rincones y los techos. McCullin era el único fotógrafo en el asediado barrio turco. Había pasado la noche en un centro social transformado en hospital y el jueves fue despertado por el ruido de los proyectiles contra la rejilla de la ventana. Los viejos salieron al exterior mientras los combatientes se quedaron prudentemente en el interior".

Fotografía por: Donald McCullin - Gaziveram, Chipre, abril de 1964
Ganadora del Premio World press - Fotografía del año, 1964
Habiendo rehusado vender las fotos a otros diarios, Campbell fue capaz de enviar a McCullin otras dos veces a Chipre en las semanas siguientes. Paris Match publicó una foto que mostraba un francotirador turco en fuga a la entrada de un cine, aunque la publicaron después de haberla coloreado. Esta foto y otras, explotan con la máxima eficacia, la amplitud del enfoque. La trágica imagen del dolor de una mujer turca cuyo marido acaba de ser asesinado, con un niño al lado que "da y pide consuelo al mismo tiermpo".

McCullin se define generalmente como un fotógrafo de guerra, pero a partir de la segunda mitad de los años sesenta se le encontró en muchas situaciones que no tenían nada que ver con las acciones bélicas. La producción de los pioneros del fotoperiodismo de los años veinte y treinta es pequeña comparada con la vastedad de la de McCullin, como se puede ver en la bibliografía de Hearts of Darkness. En aquel período sus fotografías eran distribuidas por la agencia Camera Press de Londres, mientras el mercado británico era absorbido por The Observer , el Daily Telegraph Magazine y, a partir de 1966 por The Sunday Times Magazine. El primer servicio que le pidió el Sunday Times Magazine fue un reportaje a colores sobre el Mississippi en 1966. No seguirían muchos otros. Por un breve período, en 1967 colaboró con la Magnum, pero al encontrar insatisfactorios los términos del contrato, prefirió regresar al trabajo free lance. En 1969 firmó un contrato con The Suday Times. Hasta ahora, ha sido el máximo fotógrafo de ese periódico.

"Early morning west hartlepool country"
Fotografía por: Donald McCullin - Durham, UK, 1963

Aunque gran parte del trabajo de McCullin trataba temas pacíficos, como Goodbye to the Puff Puffs (sobre las locomotoras de vapor) en 1965, o estaba dedicado al mundo del espectáculo, como el retrato de los Beatles para Life en 1968, su trabajo en Chipre lo convirtió en corresponsal de guerra.

En 1964 fué por primera vez a Vietnam y al Congo para documental la actividad de los mercenarios blancos en Stanleyville. Sus imágenes registraron elocuentemente este período de terror aunque es preciso recordar que McCullin se ha comunicado también con la palabra. Sus servicios para el Congo aparecieron en el Observer con el título Climb Aboard for Stanleyville, con la firma de John Gale (el nombre de McCullin no fué usado con el fin de no impedirle su regreso a ese país).- Fotoperiodismo. -

"Albino"
Fotografía por: Donald McCullin - Biafra, 1970

Su trayectoria además de extensa, merece una mención por los temas que ha tratado. Su trabajo como reportero gráfico comenzó durante la construcción del muro de Berlín en 1961, y durante los siguientes años cubrió la guerra de Chipre, la de Vietnam, fotografió los conflictos en Nigeria, Camboya, Pakistán, Uganda, la guerra del Yom Kippur, el conflicto de Irlanda del Norte, y también fue espectador de los estragos del SIDA en África, y la pobreza por todo el mundo. Xatacafoto. -

"The Kumbh mela"
Fotografía por: Donald McCullin

Entrevista:

-¿Piensa seguir trabajando en los frentes de guerra?
-No creo que vuelva a hacerlo. No es para mi edad. Voy a cumplir sesenta y nueve años en octubre y tengo una nueva esposa y un nuevo hijo, que acaba de cumplir un año. Estoy harto de la fealdad y del horror de las guerras. (…)

Fotografía por: Donald McCullin - Beirut, 1983

-¿Como fotógrafo usted toma partido?
-Sí. Tomo partido por los oprimidos. Cuando voy a una guerra, siempre leo todos los informes y los libros sobre los problemas que la generaron. Pero cuando se llega a los lugares de combate, es imposible actuar con una mente abierta porque las atrocidades que uno ve hacen que uno se incline por los que han sido agredidos o invadidos, por los débiles. Cuando fui a Beirut y vi a la Falange Cristiana asesinando niños y mujeres, no necesité que nadie me dijera cuál era el partido que debía tomar. Lo que la Falange Cristiana estaba haciendo era criminal, no tenía nada que ver con la política. Una vez asistí a un episodio espantoso en aquella ciudad. Fui testigo de cómo un hombre, en la escalera de su casa, rodeado por su familia, era apuntado por un miembro de la Falange. Recuerdo la mirada de ese hombre que se dirigía a mí para que yo pidiera por su vida. No pude hacer nada. Un soldado cristiano me había dicho: “Si usted toma una foto, lo mato”. En ese momento, yo me preguntaba cómo aquel soldado podía llamarse cristiano y matar inocentes en nombre de Dios.

-¿Cuándo y cómo decidió convertirse en fotógrafo de guerra?
-En primer lugar, ni siquiera sabía en mi juventud que iba a ser fotógrafo. No decidí mi profesión. Crecí en un barrio muy pobre de Londres. No tenía ninguna educación. Dejé el colegio a los quince años. Mi padre murió cuando yo tenía trece y la cólera por su muerte me cegaba. (…) Yo podría haber sido un criminal. Pero una voz me decía que no quería terminar en prisión. Amaba mi libertad. (…)

Fotografía de: Donald McCullin 

-Usted estaba condenado a la violencia en su adolescencia, pero pudo evadirse de ella.

-En cierto modo, sí. Mi carrera se inició y se alimentó de violencia. Uno de los chicos que formaban parte de mi grupo se enfrentó a una banda de muchachos. Llegó la policía para separarlos y alguien mató a mi amigo con un cuchillo. (…)Yo había tomado fotos como amateur de ese grupo de amigos, entre los que estaba el asesinado, y entonces las llevé a un diario muy famoso, The Observer. Eso sucedía en 1958. (…) Unas semanas después publicaron media página con mis imágenes. Y, al día siguiente, me ofrecieron un trabajo. Era algo increíble. No sabía nada de fotografía.

-¿Quién le dio la máquina con la que tomó la fotografía de aquella banda?
-La compré durante mi servicio militar, en Kenia. En ese entonces, había una guerra contra los Mau Mau. Las Fuerzas Armadas me enviaron a Nairobi como soldado. Procesaba films, pero no sabía nada de fotografía, ni de reportajes, cuando me contrataron en Londres. Entonces tuve que descubrir en qué consistía mi nueva profesión. Comencé a educarme. Compraba revistas, analizaba los servicios fotográficos, hablaba con fotógrafos importantes, más sofisticados que yo. Así pasaron cuatro años. The Observer me pagaba 20 dólares por dos días de trabajo semanal.

Hacía fotos de huelgas de mineros, de problemas en las industrias. Un día llegué a la redacción y me dijeron que había una guerra civil en Chipre. Me preguntaron si estaba dispuesto a ir allí. Sentí que levitaba. Esa era mi gran oportunidad. Estaba muy excitado porque los últimos meses de mi servicio militar los había pasado en Chipre. De modo que conocía muy bien el terreno al que The Observer proponía enviarme. Cubrí muchas batallas y, en particular, una que se desarrolló muy cerca de la base aérea donde yo había servido. Fui el único periodista que pudo llegar allí. Volví a Inglaterra. The Observer publicó mi trabajo que, de inmediato, fue reproducido por Paris Match, Life y otras grandes revistas de la época. Además, gané el premio de Mejor Fotógrafo de Guerra del año. Creo que pude hacer todo aquello porque en ese entonces la excitación que sentía por lo que hacía y lo que me rodeaba era más fuerte que el miedo. Pero debo reconocer que el miedo ha sido mi compañero más próximo durante treinta años.

"Zanskar, sobre el Valle Padam, Cachemira"
Fotografía por: Donald McCullin - Cachemira
-Usted ha dicho que no está interesado en el aspecto estético de sus fotografías de guerra. Sin embargo, son famosas precisamente porque, aun cuando registra las situaciones más terribles, hay una especie de diseño muy plástico en ellas.
-Hay que tener mucho cuidado con ese aspecto de la fotografía. Por supuesto, uno cuida el encuadre, la luz, pero no debe regodearse en los efectos que hacen una imagen más bella. Mi posición en ese sentido es muy clásica. No tengo el derecho de usar el dolor de la gente para elevar mi oficio a un arte. Tengo una obligación moral respecto de lo que hago y de mi trabajo. Desde luego cuido mis fotografías, pero arriesgo mi vida para tomarlas. De modo que tomo algo de ese dolor, pero también doy algo. Documento el horror.

Fotografía por: Donald McCullin  - Vietnam

La vida es paradójica. Fíjese que mi padre tenía un problema que, en cierto modo, me apartaba de él, a pesar de que lo adoraba. El era un jugador. Iba a las carreras. Y yo me decía que no quería ser como él, que jamás jugaría. Hoy me doy cuenta de que, comparado conmigo, mi padre era un inocente. El jugaba dinero, yo he jugado mi vida. Todos los temas que tienen que ver con la moralidad y con las reglas son muy intrincados. Ciertas decisiones son difíciles de mantener. Yo me he preguntado a menudo: “¿Tengo derecho a tomar fotografías de un hombre que va a ser ejecutado?” La respuesta es no, a menos que él me autorice. (…)

-¿Es difícil después de una experiencia semejante volver a la vida normal, a la paz?
-Al principio, cuando uno empieza a cubrir guerras, todo es muy excitante. Uno no se plantea cuestiones morales. Pero a medida que desarrolla su trabajo, a medida que ve matar niños o que los ve agonizar, las cosas se vuelven horribles y entonces surgen los cuestionamientos. Cuando fui a Vietnam, todo me resultaba excitante: las bombas, la selva, los paracaídas, los helicópteros, las explosiones. Era Hollywood. Apocalypse Now. (…) Estuve allí doce días. Cuando me fui, parecía tan loco como los soldados norteamericanos que había fotografiado. Y me preguntaba: ¿qué tiene esto que ver con la fotografía? Después, cuando fui a Africa, llegué a un campo y vi a ochocientos niños que se morían de hambre, entonces me dije: “Despiértate”.

-¿Usted fue herido en una de esas guerras?
-Sí. En Camboya, en los años 70. La esquirla de una de las bombas de los Khmer rojos me hirió en una pierna y me dejó sordo de un oído. Recuerdo que mis compañeros me pusieron en un camión, apilado con muertos y heridos. Un enfermero me inyectó morfina y, de repente, el mundo fue algo maravilloso. Hasta me sentí con fuerza para tomar fotografías de quienes estaban conmigo en el camión. Llegamos a un hospital donde permanecí diez días. También tuve otro accidente en El Salvador. Estaba arriba de un techo y por un bombardeo todo se vino abajo. Tenía una cámara en mi espalda. Mientras me caía tuve tiempo de pensar: “Mi columna vertebral”. La cámara me rompió todas las costillas y me hizo pedazos un brazo. Me arrastré hacia otra casa donde había un soldado y una radio. Pasamos toda la noche refugiados allí. Por la mañana, me llevaron a un hospital. Volví a Inglaterra. Durante tres años, no pude levantar el brazo herido. Pero aprendí a tomar fotos con el brazo sano. Después pasé por una crisis moral. Empecé a tomar fotos de los paisajes donde vivo en Inglaterra, en Somerset. Son las tierras del legendario rey Arturo. Y ahora la gente está más interesada en mis paisajes que en mis otros trabajos.

"Towards an iron age hill"
Fotografía por: Donald McCullin  - Somerset, 1991

-¿Cuándo decidió dejar de hacer fotos de guerra?
-Es una decisión que se fue forjando lentamente. Y ya ve usted, el año pasado quise seguir haciéndolo. De todos modos, hubo un hecho que me marcó profundamente. Estaba en Beirut y vi cómo una bomba caía sobre una casa y la destruía por completo. En la calle, había una mujer, la propietaria. Delante de sus ojos, en un segundo, había visto desaparecer todas sus posesiones, lo que había levantado en toda una vida. Yo alcé mi cámara y tomé una fotografía de ella frente a las ruinas. La mujer se dio cuenta. Vino hacía mí y me empezó a pegar. Me pegaba y me pegaba. Yo no me defendía. No tenía derecho de hacerlo. Esa foto conmovedora, por la que me pagarían mucho, la había conseguido gracias a ese hogar reducido a cenizas. Volví al hotel. Me decía: “Estoy harto de este trabajo”. Fui al café a tomar algo para recuperarme. Y, al rato, apareció un amigo y me dijo: “¿Sabés una cosa?” “No me molestes”, le contesté. Y él continuó: “La mujer que te pegó, la mujer a la que le destruyeron la casa, acaba de ser matada por una bomba”. Regresé a Inglaterra. Desde entonces no fui el mismo. En diez años no volví a tomar fotos de guerra. Entre otras cosas, durante ese tiempo publiqué varios libros.

Fotografía por: Donald McCullin - Beirut, 1983

-Usted prefiere tomar fotografías en blanco y negro. ¿Por qué?
-Porque cuando las imprimo puedo inyectarles más drama, más fuerza. Son tan distintas de mis paisajes en colores. Estos forman parte de la segunda parte de mi vida.

-¿Le interesa la fotografía digital?
-Me parece una invención importantísima. Pero prefiero el papel. Hay matices que sólo el papel puede dar. Entre otras cosas, puede provocar enfermedades. Después de pasar cuarenta años con mis manos en el agua, revelando fotografías y trabajando con ácidos, tengo artritis en mis manos. Sé que, dentro de unos años, todo será digital. Hasta va a ser difícil conseguir lo necesario para seguir trabajando con papel. Pero yo pertenezco a otra generación. Estoy acostumbrado a trabajar de otro modo.

-¿Le gusta hacer retratos?
-No. Porque para hacer una buena fotografía de gente famosa, se necesita por lo menos una hora. En una hora, se puede tener una idea de cómo es alguien, pero la gente famosa sólo concede diez minutos para una fotografía. Y, de ese modo, es imposible hacer un buen trabajo.

Fotografía por: Donald McCullin - Vietnam

A pesar de que, en el medio fotográfico, estoy tan identificado con la acción bélica y las hambrunas, pocos meses después de haber regresado de Biafra me llamaron de parte de los Beatles y me propusieron pasar todo un día con ellos y fotografiarlos. Acepté. Recorrimos Londres con ellos y yo registré lo que hacían. Me pagaron 200 libras, lo que entonces era mucho, mucho dinero. En un momento, John Lennon me dijo: “Toma esta foto”. Se tiró al suelo y se hizo el muerto. Los otros tres fingieron que estaban velándolo. Fue una fotografía profética.

"Beatles"
Fotografía por: Donald McCullin - 1968

Hace cuatro años publiqué un libro cuyo título es Durmiendo con fantasmas. Ese título sintetiza mi vida. En mi casa guardo miles de negativos. Esos negativos emiten una especie de energía triste. Por la noche, cuando me voy a dormir, siento esas vibraciones del pasado. Quise dejar un testimonio de lo que había vivido y escribí mi autobiografía, Unreasonable behaviour.

Seguí rodeado en Asia, en Africa y en América de espanto y de oscuridad, pero tomé distancia de las tinieblas para registrarlas. En vez de convertirme en un ser violento, o en un desecho humano, hice de ese mundo atroz que conocí en mi niñez y en mi adolescencia el tema de mis fotografías. Para librarme de la desdicha, di testimonio de ella. De La Nación, Siéntate y observa. - 

At war: photographer Don McCullin:



- Historias detrás de las fotografías: Media museum
- Fotografías (Beirut): Life
- Fotografías (Darfur): Bbc
- Artículo (A life in photography): The Guardian
- Audio (Shaped by war): Bbc