"Fiestas y rituales" Fotografía por: Cristina García Rodero - Haití. |
Fragmento de un artículo que invitaba a una exposición fotográfica.
Quizás es cierto que para fotografiar algo hay que aprender a quererlo un poco, aunque sea durante el momento fugaz que dura el clic. Hay que estar dispuesto a diluirse en la imagen al menos mientras dura la intensidad de esa mirada, de ese gesto, que nos devuelve nuestro despojamiento, un poco como en el don de Marcel Mauss -cada regalo exige otro en intercambio. Porque la fotografía, cuando es genuina, es un don, la renuncia a los propios ojos, una implicación tenaz en lo mirado y capturado: al mirar somos irremisiblemente parte de la escena, lo queramos o no, y por eso toda fotografía es un inevitable ejercicio autobiográfico. Mirar el mundo y fotografiarlo es vivir el mundo, contarlo- y ya se sabe que todo relato, cuando narra lo que ve, es por definición autobiográfico hasta cuando no se escribe en primera persona.
Mirar dentro es estar dentro y los fotógrafos más audaces entre los llamados "documentales" -a lo mejor porque "documentan" la realidad y capturan los rituales de otros- lo saben. Saben que no andan solos por el mundo: escuchar historias con la mirada es contagiarse de esas historias. Además de ir con la cámara a cuestas, llevan en su equipaje más íntimo las historias ajenas que, sin remedio, son ya parte de su historia personal.
No sólo. Para hacer fotografía documental hay que tener tiempo, ir sin prisa, ganar la confianza, esperar el momento privilegiado que a menudo tarda en llegar. De este modo, el fotógrafo termina por ser un poco una especie de etnógrafo que traduce el mundo y es sabido que cuando el trabajo del etnógrafo es intachable tiene un poco de objetivo y un poco de subjetivo -lo anunciaba Malinowski es su extraordinaria introducción de Los Argonautas-; la mitad de rigor y la otra mitad de poesía.
Sí, hay una enorme carga de poesía al documentar rituales y vidas, esa fuerza indiscutible que tiene la mejor fotografía documental. Es la fuerza que nace del acto de fingir abdicar de los propios ojos y apropiarse de los ajenos y de ahí ese algo ambiguo en tanto poético, narrativo, creativo... o, como diría este mundo de etiquetas en el cual vivimos, "artístico".- Estrella de Diego, El país. -