noviembre 15, 2011

LA ESCUELA DE DÜSSELDORF Y LA REVOLUCIÓN FOTOGRÁFICA

Fotografía por: Hilla y Bernd Becher - 1966-1976

Por: Stefan Gronert
Comparada con la historia del arte, la historia de la fotografía es bastante corta: comenzó en el año 1839 con la patente de una máquina que inmediatamente fue considerada como la competidora de la pintura. Su autonomía artística no fue aceptada hasta principios del siglo XX, pero la propaganda fascista abusó de ella como medio de comunicación hasta tal punto que hubo que esperar a los años 70 para que la fotografía experimentara un verdadero renacimiento como género artístico. Hilla, nacida en 1934, y su marido Bernd Becher, nacido en 1931 y fallecido en 2007, son unos de los precursores más importantes de esta emancipación artística de la fotografía de alcance internacional.

Se conocieron en 1957 y empezaron a trabajar con gran rapidez en la documentación fotográfica de la arquitectura industrial, tema que seguirán tratando de forma consecuente durante casi medio siglo a un nivel no superado hasta ahora. Pero su importancia no se debe únicamente a su propia obra sino también a su actividad docente en la Academia de Bellas Artes de Düsseldorf. En 1976 Bernd Becher se convirtió en el primer catedrático de fotografía artística que daba clases en una academia de Bellas Artes alemana. Su mujer, Hilla, también desarrolló una labor muy importante en el campo de la enseñanza. Los primeros estudiantes de sus 30 años de actividad docente fueron Candida Höfer, Axel Hütte, Thomas Ruff y Thomas Ströth, a los que se sumaron Petra Wunderlich, Andreas Gursky y Jörg Sasse. Ellos constituyen el núcleo de lo que en el mercado del arte se conoce como la “clase Becher”.

Untitled (Watertower)
Fotografía por: Hilla y Bernd Becher - 1983

Pero empecemos por el principio: en las postrimerías de los años 60 y primeros 70 la obra de los Becher fue cobrando importancia dentro del panorama artístico internacional con gran rapidez. Su concepción de la fotografía se definía por ser fácilmente reconocibles y por su carácter estricto. Estas imágenes en blanco y negro muestran instalaciones y objetos industriales: torres de agua, de refrigeración y de extracción, depósitos de gas, hornos de cal, silos de cereal y naves de fábricas. Los motivos se presentan sobre un cielo gris claro, evitando las sombras intensas y los objetos se muestran con gran nitidez impidiendo casi siempre que aparezca como contexto el entorno vital, de tal forma que la atención se centre en los objetos concretos. Sus fotografías se muestran, además, siempre formando parte de un grupo, dentro de una “tipología” compuesta por varios elementos, lo cual implica el abandono del mensaje de la clásica obra individual. Todas ellas surgen de largos viajes por Europa y América del Norte donde los Becher pudieron rastrear todas esas construcciones industriales antes de que fueran abandonadas y acabaran convertidas en ruinas. En su empeño estaba encontrar “parecidos de familia” y llegaron a sumar al final más de 20.000 negativos que remiten a una larga tradición existente no sólo en la historia de la fotografía sino también en la de la ciencia.

Una cátedra para Mr. Becher

La emancipación artística de la fotografía en Europa, a la que contribuyó de manera decisiva la recepción de la obra de los Becher, tuvo lugar a lo largo de los 70. Este nuevo estatus se ve reflejado en la actitud de la gran mayoría del público así como en la Documenta V (1972) y la Documenta VI (1977). También simboliza este cambio el hecho de que en 1976 se creara en Düsseldorf la primera cátedra de fotografía artística en una academia de Bellas Artes alemana. Bernd Becher se mostró reacio a la hora de aceptarlo pues temía no poder llevar a cabo su propio proyecto que tantos viajes implicaba, pero la posibilidad de asegurarse el sustento fue un argumento de peso. Ahora bien, la situación en que se encontraban sus discípulos era ya bastante diferente: debían y podían ocupar el espacio de libertad que les habían abierto los Becher junto con otros artistas. No obstante, todavía hubo que esperar más de 10 años para que estos jóvenes fotógrafos obtuvieran el reconocimiento internacional gracias a exposiciones y a adquisiciones por parte de prestigiosas colecciones públicas y privadas; ironías del destino, en algunos casos antes que sus propios maestros. La cosa llegó tan lejos que en febrero de 2007 la obra de Andreas Gursky 99 Cents (1999) alcanzó un precio de 3'3 millones de dólares convirtiéndose así en la foto más cara del mundo.

99 cents
Fotografía por: Andreas Gursky - 1999

La enseñanza de los Becher, de carácter muy liberal, no desembocó en la uniformidad del lenguaje iconográfico de sus alumnos, sino en el desarrollo de planteamientos individuales extremadamente divergentes. El objetivo no era la imitación, sino la invención de nuevos universos iconográficos. Realismo, distancia y objetividad son conceptos a los que se recurre frecuentemente para uniformar la heterogeneidad de estos artistas a fin de comercializar más fácilmente la etiqueta “escuela Becher”. Probablemente no hay ningún maestro cuyos discípulos hayan cosechado tantos éxitos como el alumnado de los Becher.

El éxito de los discípulos

Fotografía por: Candida Höfer

Entre ellos, la artista de más edad había adquirido una sólida formación artesana antes de pisar la clase de fotografía de Bernd Becher. A los 32 años, Candida Höfer (1944) ya había trabajado en algunos grupos temáticos (como sus fotografías de turcos en Alemania o las estampas urbanas de Liverpool) antes de dar con el tema de los “espacios interiores públicos” que ha seguido elaborando hasta el día de hoy. A diferencia de los Becher, las fotos que tomaba eran en color, aspecto importante dado el desarrollo que tuvo lugar a finales de los 70, cuando la fotografía en color perdió el aura meramente publicitaria y cobró dignidad artística por sí misma. En la amplia serie de las bibliotecas llevada a cabo por la artista, sus fotografías adquieren de forma ejemplar la cualidad de espacios de reflexión en los que el espectador puede dejarse llevar tanto visual como mentalmente. Después de ella, el segundo estudiante de más edad es Axel Hütte (1951) que se dio a conocer no por la fotografía de interiores, sino por sus paisajes, cuya búsqueda le llevó a recorrer todo el planeta. Pero este artista nunca consideró su trabajo como una simple continuación de la tradición de la pintura paisajística con otros medios. Para él, siempre es importante la reflexión de la percepción, de tal forma que sus fotografías suelen presentar “alteraciones” aparentes que atrapan la mirada.

Elfenweiher I
Por: Axel Hütte - 2004

Les siguieron otros cuatro estudiantes nacidos en un corto intervalo de tiempo: Petra Wunderlich y Thomas Struth (ambos de 1954), Andreas Gursky (1955) y Thomas Ruff (1958). Wunderlich es sin duda la menos conocida, aunque la más próxima a los Becher desde un punto de vista formal, lo cual también se pone de manifiesto en el hecho de que no emplee formatos grandes, característica que distingue a las obras de sus colegas desde finales de los años 80. También surge en esa época el peculiar enmarcado en madera, además del “procedimiento Diasec” patentado por el laboratorio de fotografía Grieger de Düsseldorf, en el que el papel fotográfico se suelda directamente a una luna protectora de plexiglás. Algo revolucionario para la fotografía contemporánea.

Man with very short hair
Fotografía por: Thomas Ruff - 1987

Los primeros retratos de Thomas Ruff, prácticamente vacíos desde un punto de vista psicológico, consiguieron que esta modalidad fotográfica cobrara repentina fama a nivel internacional. Sin embargo, Ruff no siguió dedicándose durante mucho tiempo a este ámbito temático y abordó también muy pronto los medios digitales. Desarrolló numerosos grupos temáticos en los que siempre se enfrentaba a la fotografía como medio de comunicación, muchas veces de forma crítica. Una actitud fotográfica diferente a la de Thomas Struth, que goza de gran reconocimiento internacional gracias a sus “fotógrafos de museo”, sus calles, retratos y paisajes. En un primer momento, sus imágenes parecen seguir la tradición documental pero, si se las analiza a fondo, se trata de mucho más: a Struth le interesa el vínculo entre las formaciones socioculturales y los elementos psicológicos inconscientes. De entre todo este grupo, Andreas Gursky está considerado como el “romántico” contemporáneo del grupo. No obstante, sus fotografías también abren dimensiones inescrutables cuando, de repente, las perspectivas dejan de ser coherentes o el mundo se transforma en un ornamento radical. Al contrario que los Becher, crea imágenes individuales en las que se condensan los motivos que acuñan nuestra vida hasta convertirse prácticamente en símbolos. Casi una generación separa a Jörg Sasse (1962) de Candida Höfer, pero sus caminos llegaron a cruzarse brevemente en la clase de Dösseldorf. Tras los bodegones e imágenes de escaparates iniciales, a partir de 1993 este fotógrafo se dedica a la fotografía procesada digitalmente, que cobra rasgos propios de una “pintura pixelada”.

Hajimefujii
Fotografía por: Thomas Struth - Shibuya (Japón), 1991

Éxito y renovación

Las generaciones que siguieron a aquellas comercializadas bajo la etiqueta de “discípulos de Becher” tuvieron menos éxito. La fotografía de Düsseldorf gozaba de aceptación internacional desde hacía ya mucho tiempo. No hay más que pensar en la exposición triunfal de Gursky en el MoMA de Nueva York (2001). Así que todo aquel que no disfrutaba de una posición consolidada, llegaba demasiado tarde a un mercado del arte ávido de innovaciones.

En cualquier caso, tras la jubilación de Bernd Becher se produjo una ruptura, ya que no se consiguió que le sucediera Jeff Wall. Thomas Ruff se hizo cargo de la cátedra durante 5 años, al cabo de los cuales la escuela de fotografía incorporó al californiano Christopher Williams con el que continúa desde 2008 una línea artística de nuevo “distanciada” y “objetiva”. Parece que vuelven a darse las condiciones, largo tiempo ansiadas, que permitirán mantener a través de la renovación la posición internacional alcanzada por la fotografía de Düsseldorf.

Via / El cultural

- Artículo: ¿Cómo los Becher hicieron de lo aburrido algo bello? (ING)