abril 18, 2012

MEDELLÍN, EL CRIMEN A FUEGO LENTO

Reportaje del periódico El País de España sobre las comunas de Medellín en Colombia. Un fragmento del artículo "Seguiré hasta el fin. Mato o caigo" de Pablo de Llano dice:

“Así es la vida en las comunas. Estos barrios pobres se construyeron sobre las laderas que rodean el centro de Medellín. Cuando se entra en la comuna, la carretera se empina, la calidad de las casas empeora según se sube. En las aceras, los vecinos charlan sentados en las puertas de las casas. Acabamos de traspasar la frontera de un sitio donde no suelen entrar forasteros y donde todo el mundo se conoce. A los lados de las calles principales, el tejido urbano se convierte en un laberinto de callejuelas y casuchas de ladrillo y chapa apretujadas. En ese escenario, dos sicarios hablan de esas extrañas ganas de matar. “Me picaba el dedo”, dice uno de ellos para explicar su pulsión por apretar el gatillo. Es un sicario en activo mayor de lo habitual, cercano a la treintena, y lo acompaña un adolescente callado que a veces sonríe.

El chico tiene una actitud extraña, como una mezcla de timidez y suficiencia. Si se les pregunta por la muerte, el menor no dice nada. El mayor se queda con cara de incomprensión, y al final responde: “Pues señor, eso es algo de lo que no se vuelve, y ya”.

Un artículo en contradicción a los publicado por el periódico El país por la revista Semana

Las siguientes fotografías de Federico Ríos acompañan el texto.

Fotografía por: Federico Ríos - Medellín (Colombia), 2012
El día a día de los sicarios es tan peligroso como soporífero. Pasan la mayor parte del tiempo haciendo rondas por su territorio -para evitar que entren otras pandillas- o resguardados en casas de seguridad donde dormitan o se drogan para combatir el hastío.


Fotografía por: Federico Ríos - Medellín (Colombia), 2012
Los barrios pobres son una cárcel para los jóvenes. Las opciones de progreso escolar o laboral son nimias, y muchos, al enrolarse en el crimen, no pueden salir de sus vecindarios, separados por límites urbanos que allí se conocen como "fronteras invisibles": si los cruzas, estás en territorio comanche.


Fotografía por: Federico Ríos - Medellín (Colombia), 2012
Por las cuestas de las comunas -construidas sobre las laderas que rodean el centro urbano, comercial y financiero de la ciudad- circulan a toda velocidad pequeños buses que transportan a los vecinos de un lado a otro. La extorsión a los transportistas es una de las múltiples vías de ingresos del crimen.


Fotografía por: Federico Ríos - Medellín (Colombia), 2012
En la Comuna 13 de Medellín no falta todo tipo de material para la batalla. Eso le dijo un joven al fotógrafo que sacó estas imágenes: "Usted sabe que en la guerra las armas es lo que más se ve. Se ven más las armas que la comida y la plata [el dinero]".


Fotografía por: Federico Ríos - Medellín (Colombia), 2012
Los jóvenes sicarios viven sin esperanzas de futuro. Según el padre Juan Carlos Velásquez, que lleva años tratando de comprenderlos y ayudarlos, dice que su idea de la existencia es simple, como el título de una canción de Juanes: 'La vida es un ratico'.


Fotografía por: Federico Ríos - Medellín (Colombia), 2012
La Policía y el Ejército han reforzado su presencia en la Comuna 13 después de una guerra entre capos que bañó en sangre el barrio entre 2009 y 2010. El control real de estos vecindarios, de todos modos, continúa estando en manos de los jefes del crimen y de sus pandillas.


Fotografía por: Federico Ríos - Medellín (Colombia), 2012
Las comunas son un laberinto de ladrillo y chapa en constante expansión. Las fuerzas de seguridad, en ocasiones, tienen serios problemas para orientarse en el embrollo de callejuelas por el que se mueven con facilidad los miembros de las pandillas.

Vía - ver más fotografías / IEP