Carter fue agasajado en los lugares más de moda en Nueva York. Los clientes de restaurantes, al escuchar su fama, se acercaban y pedían su autógrafo. Foto editores de las revistas más importantes querían conocer al nuevo fotógrafo, vestido en jeans negros y camisetas, con brazaletes tribales y arete de diamante, con los ojos cansados de la guerra e historias desde el frente de la nueva Sudáfrica de Nelson Mandela. Carter firmó con Sygma, una prestigiosa agencia fotográfica representante de los 200 mejores fotoperiodistas del mundo. "Este puede ser un negocio glamoroso", dijo el Director norteamericano de Sygma, Eliane Laffont. "Es muy difícil de hacer, pero Kevin es uno de los pocos que realmente se abría paso. Las chicas se enamoraban de él, y todo el mundo quería escuchar lo que él tuviera que decir."
Hubo poco tiempo para ello. Dos meses después de recibir el Pulitzer, Carter murió envenenado por monoxido de carbono en Johanesburgo, se suicidó a los 33 años. Su camioneta roja fue parqueada cerca al rio donde él jugaba de niño; una manguera de jardín estaba atada al exhosto del carro llevando el humo hacia adentro. "Yo realmente, realmente lo siento," se explicaba en una nota que dejó en el asiento del pasajero al lado de un paquete de furnituras. "La pena de la vida prevalece sobre la alegría al punto de que la alegría no existe."
Kevin Carter junto a niños en la frontera keniata. Fotografía por: Joao Silva - Kenia, 1993 |
¿Cómo pudo un hombre, que movió tanta gente con su trabajo, suicidarse justo después de su triunfo más grande? El breve obituario, que apareció alrededor del mundo sugirió una historia moral acerca de una persona maldecida por la fama. Los detalles, sin embargo, muestran que la fama llegó solamente al final, punto dramático de una muerte anunciada por la personalidad de Carter, la presión de ser el primero donde la acción sucedía, el miedo de que sus fotografías no fueran lo suficientemente buenas, la lucidez existencial que llegaba a él por sobrevivir a la violencia una y otra vez - y las drogas que utilizaba para desvanecer su lucidez. Si hay una lección fundamental que pueda extraerse del meteórico ascenso y caída de Carter, es que la tragedia no siempre tiene dimensiones heroicas. "Siempre tengo todo a mis pies" decían las últimas palabras en su nota de suicidio, "pero siendo yo solo me ajustaba de cualquier manera" ("but being me just fit up anyway.")
Primero, hubo una historia. Kevin Carter nació en 1960, el año en el que el Congreso Nacional Africano de Nelson Mandela estaba fuera de la ley. Descendiente de inmigrantes ingleses, Carter no fue parte de la corriente "Afrikaner" que regía el país. Aún más, esta ideología lo ofendía. Sin embargo, él fue capturado por esta desventura histórica.
Sus devotos padres católicos, Jimmy y Roma vivieron en Parkmore, un suburbio de Johanesburgo, y aceptaban el apartheid. Kevin, sin embargo, como muchos de su generación, pronto empezaron a cuestionarlo abiertamente. "La policía iba por ahí arrestando pobladores negros por no llevar sus papeles," decía su madre. "Ellos suelen tratarlos muy mal, y nos sentíamos incapaces de hacer algo por eso. Pero Kevin estaba furioso. él solía tener peleas con su padre. ¿Por qué no podemos hacer algo? ¿Por qué no vamos a gritar a los policías?""
A pesar de que Carter insistía en que amaba a sus padres, le dijo a sus más cercanos amigos que su infancia fue infeliz. Como adolescente, encontró emoción en las motocicletas y fantaseaba en convertirse en conductor de carreras. Después de graduarse de una escuela católica en Pretoria en 1976, Carter estudió farmacia antes de dejarlo por malas notas un año después. Con los estudios aplazados, fue reclutado por las Fuerzas Sudafricanas de Defensa (SADF), donde se encontró defendiendo el régimen del apartheid. Una vez, después de ponerse del lado de un camarero negro, algunos soldados afrikaans lo llamaron kaffir-boetie (amante de los negros) y fue golpeado. En 1980 Carter se escapó, tomó una motocicleta hacia Durban y, llamádose David, se convirtió en disc jokey. Deseaba ver a su familia pero se sentía avergonzado de volver.
Un día perdió su trabajo, tomó pastillas para dormir y para el dolor y veneno para ratas. Sobrevivió. Volvió a la S.A.D.F. para terminar su servicio y fue herido en 1983 mientras estaba de guardia en los cuarteles de la fuerza aerea en Pretoria. Una bomba atribuida a la A.N.C. explotó, matando 19 personas. Después de dejar el servicio, Carter trabajó en una tienda de suplementos para cámaras y se introdujo al fotoperiodismo, primero como fotógrafo de deportes los fines de semana para el Johannesburg Sunday Express. Cuando los disturbios empezaron por arrasar las ciudades negras en 1984, Carter se movió al Johannesburg Star y se unió a los jóvenes reporteros blancos que querían exponer la brutalidad del apartheid - una misión que era exclusivamente realizada por fotógrafos negros de Sudáfrica. "Ellos se ponían en peligro, fueron arrestados muchas veces, pero nunca renuciaron. Estuvieron literalmente dispuestos a sacrificarse a sí mismos por lo que creían," dijo el fotoperiodista estadounidense James Nachtwey, que frecuenteente trabajó con Carter y sus amigos.
En 1990, la guerra civil era más violenta entre los A.N.C. de Mandela y los Zulu soportados por el Partido Inkatha Freedom. Para los blancos, se convertió en potencialmente fatal ir a trabajar a las ciudades solos. Para disminuir el peligro, Carter andaba con tres amigos - Ken Oosterbroek del Star y los free-lancers Greg Marinovich y Joao Silva - y ellos empezaron a recorrer Soweto y Tokoza hasta el anochecer. Si una pandilla disparaba contra un bus, tiraba a alguien de un tren o acuchillaba a alguien en las calles, era más probable que sucediera cuando los habitantes empezaban sus jornadas de trabajo en la suave luz de la mañana africana. Los cuatro empezaron a ser conocidos por capturar la violencia que Living, una revista de Johanesburgo, bautizó como "The bang-bang club."
Militantes de la ANC reciben una "pócima de poder" antes de marchar. Fotografía por: Kevin Carter - Bekkersdal, 1993 |
Aún con el equipo de trabajo, cruzar la ciudad era cada vez un asunto peligroso. Las bien armadas fuerzas del gobierno usaban fuego excesivo. Las caóticas peleas mano a mano entre facciones negras envolvían AK-47, lanzas y hachas. "En un funeral algunos dolientes capturaron a un hombre, lo cortaron, le dispararon, lo atropellaron con un carro y le prendieron fuego", decía Silva, describiendo un encuentro típico. "Mi primera foto mostraba a este chico en el suelo mientras la multitud le decía que lo iban a matar. Tuvimos suerte de escapar."
Algunas veces tomaba más que una cámara y un amigo para llevar a cabo el trabajo. La marihuana, conocida localmente como dagga, es muy común en Sudáfrica. Carter y muchos otros fotoperiodistas la fumaban habitualmente en las ciudades, en parte para liberar la tensión y en parte para lidiar con los guerreros de las calles armados hasta los dientes. Aunque él lo negaba, Carter, al igual que muchos fumadores fuertes de dagga, se introdujeron en algo más peligroso: fumaban la "pipa blanca", una mezcla de dagga con Mandrax, un tranquilizante prohibido que contenía metacualona. Proveía un golpe intenso e inmediato y luego dejaba al usuario en trance por una hora o dos.
En 1991, trabajar en una patrulla hasta el amanecer trajo su pago para uno del Bang-bang club. Marinovich ganó el premio Pulitzer por las fotografías de un hombre Zulu acuchillando a muerte a un partidiario del A.N.C. en septiembre de 1990. Este premio subió la apuesta para el resto del club, especialmente para Carter. Y para Carter, las comparaciones surgieron. Aunque Oosterbroek era su mejor amigo, ellos eran, acorde a Nachtwey, "como dos personalidades opuestas. Ken era una fotógrafo exitoso con una esposa amorosa. Su vida estaba en orden." Carter andaba de romance en romance, incluso fue padre de una niña fuera del matrimonio. En 1993 Carter se dirigió a la frontera norte con Silva para fotografiar el movimiento rebelde en una zona afectada por la hambruna en Sudan. Para hacer el viaje, Carter pidió una licencia en el Weekly Mail y pidió prestado dinero para el vuelo. Inmediatemente después que el avión tocó tierra en la Villa de Ayod, Carter empezó a tomar fotos de las víctimas de la hambruna. Buscando alivio de la masa de personas que morían de hambre, vago por el lugar. Escuchó un suave, apenas en respiro fuerte y vio a una pequeña niña tratando de hacer un esfuerzo por llegar al centro de comida. Cuando se agachó para fotografiarla un buitre aterrizó a su vista. Cuidadoso de no molestar al pájaro, se colocó para tomar la mejor imagen posible. Después diría que esperó 20 minutos esperando que el buitre abriera las alas. Cuando no lo hizo, y después de tomar sus fotografías, espantó al ave y miró como la niña volvía a su lucha. Después se sentó bajo un árbol, fumó un cigarrillo, habló con Dios y lloró. "Se deprimió después de eso", mencionaba Silva. "permanecía diciendo que quería abrazar a su hija."
Después de otro día en Sudán, Carter volvió a Johanesburgo. Coincidencialmente, el New York Times, estaba buscando fotografías de Sudán, compró sus fotos y la publicó el 26 de marzo de 1993. La fotografía inmediatamente se convirtió en icono de la hambruna en África. Cientos de personas escribieron y llamaron al Times preguntando que había sucedido con la niña (el periódico no reportaba si se sabía si la niña había llegado o no al centro de alimentos); y periódicos alrededor del mundo reprodujeron la foto. Amigos y colegas felicitaron a Carter y su trabajo. Su confianza en si mismo se elevó.
Carter renunció al Weekly mail y se convirtió en fotoperiodista free-lance - un atractivo pero financieramente riesgosa forma de vivir, no hay trabajo seguro, no hay seguro de salud o beneficios de muerte. Eventualmente firmó con la agencia de noticias Reuters para garantizar aproximadamente $2.000 al mes y empezar a hacer planes para cubrir las primeras elecciones multiraciales del país en abril. Las siguientes semanas, sin embargo, trajeron depresión y dudas, únicamente interrumpidas por el triunfo.
Los problemas empezaron en Marzo 11. Carter estaba cubriendo la fallida invasión a Bophuthatswana por hombres blancos de derecha en un intento por proporcionar una patria negra, una muestra del apartheid. Carter se encontró a pocos metros de las ejecuciones sumarias de los derechistas por policías negros "Bop." "Estando en el fuego cruzado", dijo él, "me preguntaba en cual milisegundo siguiente iba a morir, y acerca de poner algo en la película que ellos pudieran usar como mi última fotografía."
Alwyn Wolfaardt, de la organización de extrema derecha AWB (Afrikaneer) ruega por su vida ante un policía. Fotografía por: Kevin Carter - Bophutthatswana, 1994 |
Sus fotografías fueron eventualmente expuestas en las páginas frontales de los periódicos alrededor del mundo, pero se escapaba de la escena en un instante. Primero, el horror de ser testigo de asesinatos. Tal vez lo más importante, mientras unos pocos colegas tomaban la escena perfecta, Carter recargaba su cámara solo cuando las ejecuciones tomaban lugar. "Sabía que había perdido el jodido disparo", dijo después. "Me tomé una botella de whisky esa noche."
Kevin Carter cubriendo un enfrentamiento en Alexandra. Fotografía por: Guy Adams - Johanesburgo |
Al mismo tiempo, parecía que sus hábitos adictivos eran más fuertes, incluyendo la pipa blanca. Una semana después de las ejecuciones Bop, fue visto dando tumbos mientras seguía a Mandela en Johanesburgo. Luego, estrelló si carro contra una casa y fue llevado a prisión 10 horas por conducir bajo efectos del alcohol. Su superior en Reuter estaba furioso por tener que ir a la estación para recuperar las fotografías de Carter acerca del evento con Mandela. La novia de Carter. Kathy Davidson, una profesora de escuela, estaba aún más furiosa. Las drogas se habían convertido en un problema gigantesco en un año de relación. En Semana Santa, ella le pidió que se mudara hasta que hubiera limpiado si vida.
Con solo unas semanas antes de las elecciones, el trabajo de Carter en Reuter se tambaleaba, el amor de su vida estaba en suspenso y buscaba un lugar para vivir. Y después, en abril 12 de 1994, el New York Times le telefoneó para decirle que había ganado el Pulitzer. Como editora fotográfica del Times Nancy Buirski le dio la noticia, Carter estaba divagando en sus problemas personales. "¡Kevin!" le interrumpió ella, "¡acabas de ganar el Pulitzer! esas cosas no van a ser tan importantes ahora."
Temprano el lunes, 18 de abril, el Bang-Bang club se dirigió a municipio de Tokoza, 10 millas del centro del Johanesburgo a cubrir un brote de violencia. Poco antes del mediodía, con el sol demasiado brillante para tomar fotografías, Carter volvió a la ciudad. Después escuchó que su mejor amigo, Oosterbroek, había sido asesinado en Tokoza. Marinovich había sido gravemente herido. La muerte de Oosterbroek devasto a Carter, y volvió al trabajo en Tokoza al siguiente día, a pesar del incremento de la violencia. Él dijo después a sus amigos que él y no Ken "debió haber recibido la bala."
Nueva York era un respiro. Para el registro, Carter hizo la mayoría de sus visitas en Manhattan. El Times lo llevó en vuelo y lo puso en el Marriot Marquis justo al lado del Times Square. Su espíritu estaba en alza, y nombró a Nueva York como "mi ciudad."
Con el Pulitzer, sin embargo, no solo tenía que lidiar con las ovaciones sino también con el foco de la crítica que venía con la fama. Algunos periodistas de Sudáfrica llamaron su premio una "casualidad" (fluke), alegando que él había dispuesto de alguna manera el cuadro. Otros cuestionaron su ética. "El hombre ajusta su lente para tomar el cuadro justo de su sufrimiento" dijo el St. Petersburg (Florida) Times, "puede ser también un depredador, otro buitre en la escena." Incluso algunos amigos de Carter se preguntaron en voz alta porqué no había ayudado a la niña.
Carter fue dolorosamente consciente del dilema del fotoperiodista. "Tengo que pensar visualmente," dijo alguna vez, describiendo las tomas de fotografías. "Hago un zoom in en un disparo de fotografía de un hombre muerto y un charco de sangre. Yendo a su uniforme caqui en una piscina de sangre en la arena. La cara del hombre muerto esta ligeramente gris. estas haciendo una visual ahí. Pero dentro algo está gritando, "Mi Dios." Pero es tiempo de trabajar. Lidia con el resto después. Si no puedes hacerlo, salte del juego." Decía Nachtwey, "Cada fotógrafo que se ha visto envuelto en estas historias ha sido afectado, Tú cambias para siempre. Nadie hace esta clase de trabajo para sentirse bien consigo mismo. es muy difícil seguir."
Buitre acecha a una pequeña niña devastada por la hambruna en Ayod. Fotografía por: Kevin Carter - Sudán, 1993 Premio Worlpress - 1994 |
Carter no volvió a casa. El verano estaba empezando en Nueva York, pero en el final de junio era invierno en Sudáfrica, y Carter se deprimió casi al mismo tiempo que el avión despegó. "Joburg es seco y café y frio y muerto, y lleno de malos recuerdos y amigos ausentes," escribió en una carta nunca enviada a su amiga, la editora fotográfica de Esquire Marianne Butler en Nueva York.
Sin embargo, Carter registraba ideas para historias y enviaba algunas por fax a Sygma. El trabajo no llegó lentamente. A pesar de no ser su culpa, Carter se sintió culpable cuando un lío burocrático causó la cancelación de una entrevista de un escritor de la Revista Parade, un cliente de Sygma, con Mandela en Cape Town. Después llegó una experiencia más desagradable. Sygma le pidió a Carter permanecer en Cape Town y cubrir la visita de estado del Presidente francés Francois Mitterrand a Sudáfrica. La historia era noticia de primera, pero acorde al editor de la oficina en París de Sygma, Carter envió sus fotografías demasiado tarde para ser usadas, En cualquier caso, ellos añadieron, la calidad de las fotos era muy pobre para ofrecerlas a los clientes de Sygma.
De acuerdo a sus amigos, Carter empezó a hablar de suicidio. Parte de su ansiedad provino de la asignación a Mitterrand. Pero más que todo parecía preocupado por dinero y llegar a final de mes. Cuando una asignación en Mozambique llegó de TIME, el aceptó prontamente. Pero a pesar de poner tres alarmas para su vuelo temprano en la mañana de Julio 20, perdió el avión. Aún más, después de seis días en Mozambique, retornó a Johanesburgo, dejando el paquete de fotografías sin revelar en su asiento. Carter se dio cuenta de su error al llegar a la casa de un amigo. Se devolvió al aeropuerto pero no encontró nada. Angustiado volvió a la casa de sus amigos en la mañana, amenazando con fumar pipa blanca y gas hasta morir.
Kevin Carter fotografía a Ken Oosterbroek en medio de violentos enfrentamientos. Fotografía por: Ken Oosterbroek - Soweto, 1993 |
Carter y su amiga, Judith Matloff de 36 años, una corresponsal estadounidense para Reuter, cenaron gambas de Mozambique que él había traído. Él estaba muy avergonzado para contarte acerca de los rollos de fotografías perdidos. En cambio discutieron acerca de sus futuros. Carter le propuso formar un equipo free-lance escritora - fotógrafo y viajar juntos por África.
En la mañana del miércoles, Julio 27, el último día de su vida, Carter parecía lleno de vida. Permaneció en cama hasta cerca del mediodía y luego dejó una fotografía que había sido tomada por petición del Weekly Mail. En la sala de redacción del periódico, habló de su angustia con viejos colegas, uno de ellos le dio el número de una terapista y lo instó a que le llamara.
La última persona en ver a Carter con vida, al parecer, fue la viuda de oosterbroek, Monica, Hacia el anochecer, Carter apareció en su casa sin anunciarse para contar sus problemas. Aun recuperándose de la muerte de su esposo tres meses antes, ella no estaba en condición para ofrecerle consuelo. Se separaron cerca de las 5:30 p.m.
El Braamfonteinspruit es un pequeño río que corta hacia el sur por los suburbios del norte de Johanesburgo - y a través de Parkmore, donde Carter alguna vez vivió. Alrededor de las 9 de la noche, Kevin Carter estacionó su camioneta roja Nissan contra un árbol en el Centro de Campo y Estudios. Él había jugado allí cuando niño. El Club Sandton Bird estaba teniendo su reunión mensual allí, pero nadie vio a Carter como usaba la cinta gris adhesiva para conectar la manguera con el exhosto y correr a la ventana del lado del pasajero. Vistiendo Lee jeans sin lavar y una camiseta Esquire, se sentó y encendió el auto. Después puso música en su walkman y descanso de un lado, usando su maleta como almohada.
La nota de suicidio que dejó atrás es una letanía de pesadillas y negras visiones, un intento de autobiografía, autoanálisis, explicaciones, excusas. después de volver de Nueva York, él escribió, estaba "deprimido... sin teléfono... dinero para el arriendo... dinero para mantener al bebe... dinero para las deudas... dinero!!!--- Estoy atormentado por las memorias vivas de matanzas y cadáveres y enfadado y dolido... por lo niños hambrientos y heridos, por los malos hombres, a menudo policías, por las ejecuciones a muerte..." Y después esto: "He ido a encontrarme con Ken si es que tengo esa suerte." (Traducción muy libre) Scott Macleod, Time (Septiembre 12, 1994)
- El suicida del Club Bang-Bang (Kevin Carter) - Octubre 19, 2005: Suicidario
- Página de documental. Dir. Dan Krauss: The dead of Kevin Carter
- Fotografías de alto impacto: Taringa