Fotografía: João Silva - Afganistán, 2010 |
Había estado en Afganistán por un mes cuando pisé una mina terrestre. Era el tercer hombre en línea, y justo cuando puse mi pie en el piso, sentí el click metálico y fui lanzado por el aire. Supe exactamente que había pasado. Mientras los soldados me sacaban de la zona roja, tomé estas fotos. Cuando las personas a mi alrededor mueren o son asesinados, lo grabo. Tengo que seguir trabajando. Los soldados gritaban por médicos. Supe que mis piernas se habían ido, entonces llamé a mi esposa por teléfono satelital y le dije que no se preocupara. El dolor vino después, en cuidados intensivos, cuando las infecciones se presentaban y estuvieron cerca de perderme un par de veces.
He estado afuera lo suficiente para que mi número saliera. Fui uno de los pocos que seguía volviendo a Irak. Las personas piensas que uno hace esto por escoger la adrenalina. La realidad es que es un trabajo difícil y mucho tiempo en solitario. Los combates pueden ser emocionantes, no voy a mentir, pero fotografiar las consecuencias de una bomba, con niños muertos y las madres lamentándose sobre los cadáveres, no es divertido. Me entrometo en los momentos más íntimos pero me fuerzo a hacerlo porque el mundo tiene que ver estas imágenes. Los políticos necesitan saber como es cuando mandan jóvenes a la guerra. Si es humanamente posible, si las prótesis me lo permiten, volveré a zonas de conflicto. Deseo estar en Libia en este momento, sin sombra de dudas.
↬ / Guardian
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