Fotografía: Chris Boot LTD—Tim Hetherington Larry Rougle del libro Infidel de Tim Hetherington, 2010. |
En el libro, Photographs Not Taken editado por Will Steacy, se compilan ensayos personales escritos por más de 60 fotógrafos acerca de un momento cuando ellos no quisieron o no pudieron hacer uso de su cámara.
A continuación un capítulo del libro dedicado a Tim Hetherington, quien murió de manera trágica en Misrata, Libia en 2011. En el capítulo, Hetherington ofrece sus pensamientos sobre lo que representa la muerte en las fotografías y el momento en el que se cuestiona si hacer una foto de un soldado muerto en Afganistán:
“Hay muchas razones para no tomar una fotografía - especialmente si encuentra difícil el acto de tomar fotografías. No crecí con una cámara, no tuve una temprana fascinación por las fotografías, ni encuentros románticos con el cuarto oscuro- de hecho no me convertí en fotógrafo sino tarde en la vida cuando me dí cuenta que la fotografía - especialmente la fotografía documental- tiene muchas posibilidades. Una cosa segura es que me haría confrontar cualquier timidez inherente que pudiera sentir. Lo hice, pero aún encuentro fotografiar difícil, especialmente la negociación y la confrontación con “el otro,” el personaje, y tratar con mis propias motivaciones y sentimientos sobre ese proceso.
Este debate personal sobre hacer fotografías fue particularmente evidente durante los años que viví y trabajé en el Occidente de África. En 2003, viví como uno de los pocos extranjeros con un grupo rebelde que intentó derrocar al entonces Presidente Charles Taylor. Fue una experiencia surreal- desconectado y viviendo al interior del país, acompañé un ejército variopinto de hombres jóvenes muy armados mientras pelearon de camino por los bosques hacia las afueras de la capital Monrovia. Llegar a la ciudad fue emocionante después de semanas de vivir en un pueblo abandonado de primera línea con poca comida. En algún momento, los rebeldes se tomaron una fábrica de cerveza, y después de liberar los suministros, la convirtieron en un hospital donde los heridos con armas eran tratados con paracetamol. Afuera de la fábrica se encontraban unos cinco cuerpos de personas que, por lo que se apreciaba, había sido ejecutada. Unos tenían las manos atadas a la espalda y la mayoría tenían disparos en la cabeza y, a pesar de lo gráfico, no tuve reparos en hacer algunas fotografías de esas personas.
No mucho después, las fuerzas del gobierno contraatacaron para empujar a los rebeldes fuera de la ciudad. Todos estaban exhaustos por falta de sueño y por los contantes combates, y la retirada se convirtió rápidamente en una lucha por salir de la ciudad. Los soldados comandaban carros robados, e incluso recuerdo a uno arrastrando una lancha detrás en el intento de escapar. Para empeorar las cosas, los soldados del gobierno empezaron a disparar desde direcciones diferentes hacia el convoy de carros. Un lanzagranadas sacó a un carro detrás de nosotros, y en algún momento abandonamos nuestros carros y nos refugiamos en un grupo de casas cercanas, Empecé en serio a considerar abandonar a los rebeldes y encaminarme sólo hacia la costa a pie, pero por suerte lo pensé mejor y volví al carro con el grupo con el que estaba.
El camino poco a poco se abría paso desde las chozas bajas de los suburbios y volvía al verde y frondoso bosque. Nuestro convoy empezó a hacerse más delgado mientras algunos carros se adelantaban, y otros con suplementos y personas, se tomaron su tiempo. El paisaje se veía pasar y traté de calmarme y calmar mi mente de lo sucedido antes- estaba en un alto estado de tensión, cansado hambriento y consciente que estaba totalmente fuera de control de los eventos. Justo cuando empecé a sentir la euforia de estar vivo, nuestro carro desaceleró por la conmoción de un accidente. Una camioneta con cubierta que estaba adelante que transportaba unos 30 civiles había patinado al girar en un esquina y se había volcado. Un grupo de personas habían muerto o estaban heridas- teniendo probablemente el mismo pensamiento de alivio que yo había tenido antes de ese accidente. Ahora estaban muertos y sus cuerpos aplastados eran sacados de los escombros. Alguien me preguntó si iba a fotografiar eso- pero estaba lejos de ser capaz de intentar grabar algo. No podía pensar con claridad, necesitaba reunir la energía necesaria para fotografiar. Sólo miraba desde lejos como la gente se lamentaba y se llevaban a los muertos. Mi cerebro era como in plato de huevos revueltos.
No hay mucho más que añadir, pero siempre recuerdo ese día el sentimiento de estar vacío- fisica, mental y espiritualmente- que me fue imposible hacer la fotografía.
Años después, cuando reuní las cosas para un libro sobre los eventos en Liberia, incluí la fotografía de una persona que había sido asesinada afuera de la fábrica de cerveza. Pensé que era una foto importante pero no pensé lo que significaría para la madre de ese chico verlo a través de un libro. Mis pensamientos sobre eso volvieron recientemente mientras armaba un libro sobre un grupo de soldados estadounidenses con los que pasé mucho tiempo en Afganistán. Ellos me recordaban mucho los jóvenes rebeldes de Liberia, y aún, cuando selecciono una foto de su muerte en el campo de batalla, dudo y me pregunto si imprimirla es lo apropiado. Era una imagen que tenía de un joven con un disparo en la cabeza después que las líneas estadounidenses habían sido invadidas- no muy diferente de Liberia. Mi duda me preocupó. ¿Estaba siendo sensible esta vez porque el soldado no era un africano sin nombre? Tal vez, yo había cambiado y me pregunté sobre ¿qué debe ser presentado al público? Ciertamente, no había estado en esa posición sino hubiera tomado esa fotografía en primer lugar... pero lo hice, y tal vez esas cosas vale la pena pensarlas y confrontarlas después de todo.”
—Tim Hetherington
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