En 2008, la fotoperiodista Alixandra Fazzina, que vive en Pakistán, tropezó con historias de jóvenes afganos refugiados, niños que dejaban su país hacia Europa. Tan pronto como notó este fenómeno, visitó un campamento de refugiados en Afganistán, donde fue testigo del funeral de un niño que había tratado de cruzar la frontera entre Turquía y Grecia. Luego, en la misma visita, en el hospital, conoció a un niño que había perdido sus piernas- no por lo que ella inicialmente asumió, una mina terrestre, sino a consecuencia de haber sido secuestrado y torturado cuando trataba de llegar a occidente. "Todo el tiempo él solo decía que quería llegar a Europa, a pesar del riesgo. Estaba tan convencido absolutamente de que no había futuro para él como joven afgano," dice Fazzina. La última vez que lo vio fue en Grecia, a donde huyó nuevamente, la segunda vez que perdía las piernas prostéticas que necesitó después de su primer intento de emigración. "Tuvo mucha suerte de sobrevivir tan lejos, y no lo ha logrado aún."
El fenómeno que Fazzina observó de primera mano pronto fue confirmado por las estadísticas. La fotógrafa notó que se incrementó un 64% el número de jóvenes afganos refugiados que pidieron asilo en Europa en 2010. Con el dinero que obtuvo ese mismo año por su reconocimiento de parte de UNHCR (United Nations High Commissioner for Refugees) [Agencia de la ONU para los refugiados] como la primera periodista en ganar el prestigioso Premio de refugiados Nansen, junto con el apoyo del gobierno noruego, Fazzina inició el proyecto de documental los rostros trabajadores de los más jóvenes que hacen tal viaje desde Afganistán.
Ese proyecto, Flowers of Afghanistan [Flores de Afganistán], está ahora a un tercio de ser completado; Fanzzina planea continuar su trabajo en Irán, Pakistán e Italia en los próximos meses. "Cuando Estados Unidos se vaya, estaremos al borde de una guerra civil," dice ella. "Es muy importante para mí destacar esto en este momento. Es muy importante para las personas darse cuenta que Afganistán no es una historia de éxito."
Aunque Fazzina ha intentado seguir a los niños- y las pocas niñas que emprenden el viaje- por el camino, fotografiándolos, encontró que el camino pocas veces es lineal. Antes de dejar sus casas, los chicos esconden sus planes de viaje, casi siempre de sus padres; contrabandistas, dice Fazzina, les advierten que contar atraerá un genio, un espíritu maligno, sobre su viaje. Y una vez dejan sus casas, las salidas en falso son comunes, los secuestros son frecuentes y la deportación es una posibilidad incluso para niños que buscan asilo. En ve de eso, Fazzina dice que se basa en las redes y en el boca a boca, y tal vez la confianza sea más fácil de ganar para una mujer, para encontrar los refugiados en cada parada a lo largo del camino. Dice que incluso los contrabandistas, una vez oyen del proyecto, se acercan y proporcionan información sobre su trabajo. "Por supuesto quiero verlos viajando, pero no estoy interesada en fotografiar a los contrabandistas, entonces lo que he hecho ha sido, en términos fotográficos, fotografías muy tranquilas," dice ella. Las fotografías de sus serie son a menudo oscuras, capturando un momento de descanso o una persona que está en las sombras, pero quieta y la penumbra no significa calma. "Cuando retrocedo un paso," dice, "casi siempre me pregunto su las personas realmente entienden lo peligroso que es."
Y entre más tiempo pasa Fazzina en el mundo de las sombras, más claros son los patrones. Cerca de la mitad de los niños, dice ella, no tienen padres debido a la guerra o las enfermedades, confiándoles posiciones de responsabilidad en sus familias. Ellos vienen de las provincias más inestables del país. Recientemente, ella conoció algunos niños en Peshawar que se rindieron o fueron deportados de vuelta a Afganistán, y notó otro nivel de patrón. "Empecé a hablar con ellos del viaje, y eran los mismos lugares, los mismos hostales donde se quedaron," dice. "Era impactante y repetitivo."
Aún cuando Fazzina en raras ocasiones ha podido ser capaz literalmente de seguir a los niños que fotografía, ha encontrado que hay una manera virtual de rastrearlos: a través de sus propias fotografías, en Facebook.
"Vi a un chico que había conocido y sus fotografías en Atenas, tomadas con carros lujosos y en locaciones turísticas y con ropas prestadas, donde la realidad es que vive en un hotel, como mendigo, que ha escapado de una mafia de contrabandistas, de prostitutas y drogas. Era a un millón de millas de donde mostraba sus fotos." Infortunadamente, ese valiente rostro puede darle valentía a otros para el mismo peligroso viaje.
Ella alguna vez trató que esas fotos que los niños tomaban para sí mismos fuera algo más real. Un chico de 16 años al que conoció era un apasionado por la fotografía. Él era, un "genio" para eso. Él quería ser director. Después que sobrevivió seis días en el contenedor de un camión y llegó a Roma, Fazzina trató de recuperar la cámara por intermedio de sus colegas en Italia. Pero en ese momento él se mudó a París. Hablaron por teléfono. Le dijo a ella que le habían dicho que era muy viejo cuando llegó al refugio para niños y que era muy joven cuando llegó al refugio para adultos. Estaba durmiendo en las calles, en el invierno, en la nieve. Ella no ha recuperado la cámara. Él no volvió a llamar de nuevo. "Él se mudó. Desapareció. No tengo idea qué pasó con él," dice. "Tengo miedo de cual haya sido su destino."
Todas las fotografías son de Alixandra Fazzina, Agencia Noor.
http://theflowersofafghanistan.com/
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Fotografía: Alixandra Fazzina - Abrishem (Afganistán), marzo 2012 |
Capturado por soldados iraníes mientras realizaba un viaje clandestino con contrabandistas, Muhibullah de 13 años, ha pasado las últimas cuatro noche en un centro de detención. Deportado de vuelta a Abrishem, Muhibullah permanece de pie en la frontera del desierto, con frio y cansado. En busca de un hotel barato en la noche, como cientos de otros deportados cada día, el grupo es obligado a buscar a sus contrabandistas de nuevo. Será cuestión de días antes de que emprendan la larga y peligrosa migración a Irán.
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Fotografía: Alixandra Fazzina - Zaranj (Afganistán), marzo 2012 |
Un hombre de Uzbequitán hace sus abluciones afuera de la mofaser khana donde trabaja en Zaranj. Le facilita a grupos de hombres jóvenes y niños llegar a las provincias montañosas al norte de Afganistán, estos intermediarios entregan a sus viajeros a los contrabandistas que pasan a diario por los hoteles locales.
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Fotografía: Alixandra Fazzina - Estambul (Turquía), enero 2012 |
Halando un carro de basura que pesa más de 50 kg, Nizam de 16 años vaga por las calles de
Zeytinburnu al final del bazar semanal Sunday. En búsqueda de metal, plático y papel ese envase puede ser reciclado, Nizan gana alrededor de veinte centavos por carro, llenando dos por día en sus largas caminatas alrededor de Estambul. "Tuve que dejar Afganistán por muchas razones," dice él. No sé donde en el mundo está Turquía o Europa, solo voy en busca de una mejor vida."
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Fotografía: Alixandra Fazzina - Estambul (Turquía), enero 2012 |
Bajo el zumbido de las luces fluorescentes, Danesh de 16 años maneja un par de tijeras de gran tamaño, con las que corta pequeños pedazos de piel de animal en el frio sótano que ha sido su hogar por los últimos dos meses. Desde la provincia en guerra de Kapisa, el chico, cuyo nombre significa conocimiento, se mantiene constantemente alerta, absorbiendo todo lo que otros dicen y hacen. Con cada uno de los miembros de su familia muertos, Danesh se ha educado a sí mismo en sus viajes, pasando cuatro años solo en el camino que lo trajo tan lejos a las sucias fábricas de Estambul.
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Fotografía: Alixandra Fazzina - Atenas (Grecia), octubre 2011 |
Dando gracias a Dios por los platos de pollo y rondas de delgado pan árabe que acaban de compartir, Baseer de 11 años y sus compañeros levantan sus manos en plegaria, apretados alrededor de un mantel de plástico sobre el piso. Encerrados en una pequeña habitación amarilla los 12 adolescentes afganos comparten lo básico, alquilan el lugar al sucio Hotel Mafia localizado en los suburbios del Distrito de Omonia en Atenas. Basir se dirigía a Noruega.
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Fotografía: Alixandra Fazzina - Thiva (Grecia), octubre 2011
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Mientras las fuertes lluvias que continúan arremetiendo al paisaje, Najeeb de 15 años, pasa el día con otros hombres y chicos, descansando bajo las cobijas y bolsas de dormir para mantenerse caliente. Corto de dinero para pagar a los contrabandistas en su viaje por venir, Najeeb ha pasado los últimos cuatro meses en Thiva consiguiendo trabajos temporales en las granjas de alrededor. Mientras el clima sigue peor y alguna oportunidad de hacer dinero se desvanece, el joven de Baghlan no tiene más remedios que salir al invierno en condiciones miserables.
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Fotografía: Alixandra Fazzina - Thiva (Grecia), octubre 2011
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Rodeado por campos en barbecho, este lugar sombrío a las afueras del centro norte agrícola de Atenas se ha convertido en una distracción en el camino hacia Europa occidental. Se acuclillan en condiciones miserables entre las ruinas de un hospital abandonado y rodeado por granjas y fábricas, cientos de afganos incapaces de pagar su viaje con los contrabandistas se han varado en este callejón sin salida.
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Fotografía: Alixandra Fazzina - Patras (Grecia), octubre 2011
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Jugueteando con su teléfono móvil, Murtaza, de 17 años, sentado con su cabeza en la mano debajo de un refugio cerrado en las paredes exteriores de un club de playa abandonado a las afueras de Patras. Mochilas y bolsas de compras cuelgan del techo cubiertas con la lona de una camioneta reciclada que ofrece refugio a veintitantos adolescentes afganos en este campamento ilegal de camino a Europa occidental. "Para mí, no hay forma de trabajar en Afganistán por la inestabilidad. Soy mecánico pero los talibanes me atraparon en el camino y me secuestraron por quince días; dijeron que había estado trabajando con los camiones usados por los estadounidenses," dijo. "Después de eso no hubo otro camino para mí entonces mi tío pagó a un contrabandista $4.500 para enviarme a Europa."
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Fotografía: Alixandra Fazzina - Patras (Grecia), noviembre 2011
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Pasando una noche fría esperan a lo largo del Camino Atenas a las afueras de Patras en la conocida Parada Italia, un grupo de alrededor de 20 adolescentes afganos corren detrás de un camión que va de camino a Venecia por el ferry. Esperando abrir las puertas traseras del camión porque desaceleran por la luz roja del semáforo en una intersección, los chicos toman una oportunidad peligrosa al apostar por un futuro en Europa occidental.
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Fotografía: Alixandra Fazzina - Kabul (Afganistán), febrero 2012 |
Pagado con los contrabandistas en Turquía, un grupo de adolescentes sentados sobre una plataforma alfombrada con sus bolsas. Entre los 14 y los 18 años, los adolescentes de Baghlan pasan la noche helada caminando a través de la capital de Afganistán mientras esperan por un autobús que los lleve al sur de Kandahar que cruza a través de la Provincia de Balochistan en Pakistán y luego hacia Irán.