agosto 24, 2013

FECHAS CLAVES - RAYMOND DEPARDON





En Libération, junio 2 de 2004

6 de julio de 1942. Nacimiento del “Raymond” en Villefranche-sur-Saône, en la Rhône. Hijo de Marthe Bernard y de Antoine Depardon, agricultores, nacidos con el siglo, en 1903 y 1905. En la familia ese siglo se contiene en dos generaciones.

1952. En la granja del Garet, en el valle de la Saône, una infancia formidable. Mis padres practican una agricultura clásica, autosuficiente. En 40 hectáreas hay de todo: vacas, cerdos, gallinas, trigo, vendimia, siega, cerezas, caminos. Estoy en la escuela primaria de Ponbichet. La bici, las ranas, el pan, los encargos, la escuela separada y el certificado de estudios. Los pantalones cortos, los primos, el domingo, los cementerios, las primas de Bresse que hablan alto.

1958. Subida a París. Encuentro con Monsieur Louis Foucherand, fotógrafo de prensa independiente. Voy a verle con mis fotos: terneros, vacas, el caballo Bijou. “¿Qué hacen tus padres??Me pongo rojo: “Agricultores“. Ese complejo va a alimentarme, a darme energía. Foucherand me contrata congo aprendiz fotógrafo. Mis padres estaban desesperados, según ellos eso no es un oficio. Pero silenciosos, sin un reproche. Lo que más les preocupaba era no poder ayudarme. La foto era algo que no sabían de donde venía, yo tampoco. Quizás de la revista Miroir, a la que mi tío estaba abonado. Era todo o nada: o volvía muy pronto a la granja o no volvería nunca. Cuando llegué a París venía realmente de muy lejos, no sabía beber café (lo bebía con cucharilla), no sabía llamar por teléfono. Pero tenía una especie de fe, y de voluntad. Entonces mis padres vendieron una ternera y pude comprar, para empezar mi nueva vida, un scooter Rumi y una Roleiflex.

1960. Es verano, busco un encargo y ando por la agencia Dalmas. Quieren a un fotógrafo que vaya al Sahara en Argelia, a seguir un experimento sobre la resistencia al calor extremo. En el mes de agosto nadie quería hacerlo. Acabo en Hammaguir, cerca de la base de lanzamiento de cohetes. Descubrimiento del desierto. En una Argelia en guerra siete reclutas del contingente se van a la caza de la gacela y desaparecen. Se encuentra a tres, los otros han muerto de ser. Fotografía a los superviviente, apretados a la sombre de una chapa ondulada. Luego los sigo cuando son transferidos a un fuerte de la legión, Tabelbala. Un oficial me reclama mis películas, miento diciendo que ya las he dado. Un mes más tarde Paris Match saca diez páginas sobre este suceso. Mi primera exclusiva: me contratan por 800 francos al mes con gastos pagados.

1967. Fundación de la agencia Gamma. Unos fotógrafos constituyen un “equipo hollywodiense” para salir del contrato asalariado de las agencias. Creamos una agencia nuestra, a la francesa, done el nombre del fotógrafo aparece en los créditos antes que el nombre de la agencia. Es una pequeña revolución en la prensa. A partir de entonces no paramos: mayo del 68, primavera de Praga, Biafra, Vietnam, y el mundo cambia a una velocidad fulminante. Gilles Caron, que ha fundado la agencia conmigo, es él mismo un meteoro. No volverá de la ruta n° 1, entre Phnom Penh y Saigón, matado por una gente que todavía no conocemos, los jemeres rojos. Es el drama que demuestra que habíamos ido demasiado lejos, el precio a pagar por la locura y la energía de ese momento tan particular. Yo era menos valiente, menos temerario, sin duda salvado por mi lado campesino, apegado a la tierra. Nunca me he sentido cómodo con la violencia.

1974. Rodaje de Une partie de campagne, con Giscard. Algunos años antes había ido a ver al Cinémathèque, aconsejado por mi redactor en jefe en Dalmas, Claude Otzenberg, las películas de Leacock y Pennebaker, los directores de documentales americanos. Otzenberg me dio una cámara y me envió: “Te las apañas, no cortas, es la escritura nueva…” Recordaré eso cuando Giscard, en 1974, me invite a su avión a la vuelta de Clermont donde acaba de anunciar su candidatura a las presidenciales. Estamos sólos, acabo de hacer las fotos, se relaja, me habla de su campaña. “La tele va a tirarlo todo, hay que hacer una película“. Me ofrezco y le muestro mi primer cortometraje, rodado durante los funerales de Jan Palach en 1969. Giscard corre el riesgo de aceptar: lo filmaré todo, en continuo, con sonido. es lo que separa a la foto del cine.

1978. Reportaje fotográfico en Beirut. Me busco, estoy un poco perdido, estoy llegando al final de la foto de actualidad, tengo ganas de dejarlo todo. Y lo vivo mal. Entonces me refugio en un hospital psiquiátrico italiano, en San Clemente, con Franco Basaglia, que me dice: “haz fotos, haz una película, sino no nos van a creer…” Eso me libera, descubro la foto con un único objetivo, gente sencilla contra una pared. Comprendo lo que me atraía tanto en el desierto, la obsesión del encierro. Publico también un relato de viajes en Afganistán, Notas, mi primer libro, fotos con mi guía, el futuro comandante Massoud, y un texto, no pies de foto, simplemente mi vida.

1987. Encuentro con Claudine Nougaret, mi mujer, que hace el sonido en mis películas. Nuestro viaje de bodas es Urgencias, en el Hôtel-Dieu. Me doy cuenta de qu cuanto menos me muevo con la cámara, más escucho. Y ya no estoy sólo: a dos se ve mejor, se escucha más. El sonido está ahora en igualdad con la imagen. Nos acercamos a la ficción: lo real se vuelve personajes.

2000. Errancias. Vuelta a la complejidad de la foto. Me dicen a menudo: “No se consigue comprender bien quién eres, qué haces, ¿cineasta o fotógrafo?” Yo tampoco. A petición de la Maison européenne de la photo, es mi primer encuentro con el museo, el arte contemporáneo. Y una nueva manera de trabajar: ser primario, sencillo, incluso si la forma es esencial. Sólo la forma conserva la visión. Tiene que haber encuadre, es la razón misma de las fotos y de las películas.

2004. Me doy la vuelta y estoy sólo. Los otros han desaparecido, han muerto, o se han alejado. Mis sensaciones: el miedo, la soledad. Primero campesino, aprendiz, periodista, luego fotógrafo de viaje, de la nada, de la luz. Sigo amando lo real, esa humildad. Lo que me salva: hacer varias cosas al mismo tiempo, no repetirme.